Suele confundirse comúnmente la casualidad y la causalidad, no sé si por confusión o desconocimiento, aunque me decanto por la segunda. La casualidad entra en un sistema aleatorio, en las que las acciones no requieren un efecto determinado, y cada efecto no tiene una causa originaria concreta. La casualidad vendría determinada por el principio de incertidumbre introducido por Heisenberg a principios del siglo XX que, aunque destinado a la mecánica cuántica, podríamos extrapolarlo a un sistema no microscópico, el día a día.
Pongamos por ejemplo una ciudad como sistema, entendiendo como tal un conjunto de elementos dinámicamente relacionados realizando una actividad para alcanzar un objetivo. Estos elementos somos nosotros, ya que realmente controlamos el resto de elementos: flora, fauna y ladrillo. Apenas dejamos a la naturaleza al libre albedrío: cuando en un jardín nace un árbol no contemplado en algún libreto se arranca o se corta, no existe la incertidumbre, salvo la de conocer qué especie era, y qué forma tendría al crecer. En este sistema existen subsistemas, como por ejemplo, una oficina de trabajo, una familia, o un simple grupo de amigos. No creo que la gente actúe o hable sin pensar, eso formaría parte del principio de incertidumbe, pero no es así, aquellos que realmente actúan sin pensar deberían estar bajo vigilancia profesional, ya que no tienen control sobre sí mismos. Pero este tópico se ha convertido en típico, denigrando a mi entender a quien lo usa. Actuamos y hablamos, y estas acciones a menudo llevan consigo una causa, una respuesta, un paso o un gesto. Cuando en un sistema, cada uno de los miembros actúan de forma independiente, causan también un efecto independiente que, de tener una naturaleza en común podría derivar en efecto a media o gran escala, afectando únicamente a los miembros del sistema, o incluso a otros sistemas a través de los elementos en común.
A esto se le suele llamar casualidad, en la que personalmente no creo. Creo que las cosas suceden porque tienen que suceder, y sus efectos están regidos por un orden natural, muy por encima de nuestro entendimiento y de la mecánica cuántica.